En el camino
Las voces pasan lentamente de ser un murmullo
inaudible a empezar a tener algo de sentido en medida que la puntada que siento
en mi cráneo aparece y se hace más intensa. Empiezo a recordar con mayor
claridad el golpe. Me pegaron desde atrás los cobardes.
—Doblá acá. —la voz tiene una cualidad aguda,
chillona. Lo que mi cabeza necesitaba.
—Acá no hay que doblar todavía. —La otra voz es grave,
impone respeto—. ¿Para qué tenés el GPS del celular?
Empiezo a sentir la presión en mis muñecas. Me ataron
los brazos. Las piernas las siento entumecidas, pero no me las ataron. Tengo
los ojos tapados pero puedo sentir el piso rígido. Debe ser esa camioneta tipo
van que estaba afuera del bar.
—El GPS dice que dobles acá. Doblá.
—A ver: tenés GPS y no sabés ni dónde estamos. Yo
conozco el camino. No hay que doblar acá —sonó determinante. Se nota que este
problema venía de antes.
Sus imágenes borrosas se forman en mi mente. El
grandote pelado y el petiso. Los dos tipos que mandó Salerno. Estaban
merodeando por el estacionamiento del bar. Uno se me interpuso, el otro me pegó
por la espalda. No llegué a verlo.
— ¿Qué dijiste? —como respuesta a un murmullo que, si
él no lo entendió, yo, menos.
Nuevamente no llego a escuchar lo que dijo el de la
voz chillona. El de la grave empieza a sonar más alterado en medida que va
hablando:
— ¿Cómo que querés parar para mear? ¡Tenemos que
entregarlo a este sin escala!
Al fin escucho al de la voz chillona de nuevo. La
situación es un polvorín que espera una chispa para explotar. Tengo que ver
cómo provocar esa chispa.
—Loco… no aguanto más. Y el Tano no va a decir nada
por cinco minutos más o menos.
—No vamos a parar y se acabó. Fijate si se despertó el
pelotudo este.
Crujidos del asiento. Se está incorporando. Se me
acerca. Me toquetea. Me hago el dormido.
—Sigue dormido. —Suena complacido y agrega —: Parece
que le di bien, ¿eh? —Deja escapar una risita. La voz chillona era difícil de
soportar, la risa me llena de ganas de matarlo. Es como cuando alguien araña un
pizarrón, pero mucho peor.
Le trabo un pie sin verlo. Puro instinto y percepción.
Cae hacia el lado del conductor.
— ¿Pero qué hacés, pelotudo? —No le da tiempo a
responder— esto se termina acá.
La marcha se detiene de repente. Ruedo hacia ellos.
Siento de cerca cómo comienzan a fajarse. Vuelan un par de «te lo buscaste» entre
los golpes. Algo como que “la chica” era de uno o del otro, y que cómo que se
la fue a robar. Que el Tano siempre le da al uno o al otro las tareas más
sencillas. Que la plata. Cada golpe acentúa o interrumpe una oración. Yo lucho
con mis ataduras mientras los dos tarados siguen luchando entre ellos.
Justo cuando llego a sacarme el trapo que me cubre los
ojos, se detiene la golpiza. La escena comienza a tomar forma. Uno, el
petisito, está semi-consciente en un asiento, con el mismo bate de béisbol de
aluminio con que me dio anoche en sus manos. El otro, el grandote, está
desparramado en el asiento del conductor. No parece que vaya a volver a
levantarse. El petiso no está en condiciones de evitar que yo manotee una de
las pistolas. Lo apunto y le indico que me alcance el famoso celular.
Me entero de lo tarde que es. Busco el contacto del
Tano Salerno y toco para llamar.
— ¿Pasó algo? —la voz ronca de Salerno muestra
cansancio. Se nota que espera alguna mala noticia por parte del par de idiotas
que despachó para buscarme.
—Tanito… —lo saludo como con entusiasmo, como si
fuésemos amigos. —Acá tus amiguitos me llevaban a verte, pero no va a poder
ser, ¿sabés? Hoy tenía otra cosa. Pero capaz la próxima… ¿Sí, Tanito? Nos
vemos, campeón…
No paro a escuchar su respuesta, pero sí lo dejo
escuchar el disparo antes de cortarle. Nos vamos a ver en otra ocasión, pero tendrá
que mejorar su personal.
-♰-♰-♰-♰-♰-♰-♰-♰-♰-
Esta es la segunda versión del segundo trabajo práctico que hice para Taller de Escritura 2. Reescritura del original. 691 palabras.
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