En el baúl
Las voces pasan de ser un murmullo inaudible a empezar
a tener algo de sentido en medida que la puntada en mi cráneo aparece y se hace
más intensa. Si por lo menos hubiese tomado alcohol antes de perder la
consciencia. Pero ahora recuerdo con claridad el golpe.
—Doblá acá. —la voz tiene una cualidad aguda,
chillona. Lo que mi cabeza necesitaba.
—Acá no es todavía, boludo. —La otra voz es grave,
impone respeto—. ¿Para qué tenés el GPS del celular?
—El GPS dice que dobles acá. Doblá, carajo.
—A ver: tenés GPS y no sabés ni dónde estamos. Yo
conozco el camino. No hay que doblar acá —sonaba determinante. Ese tono que
indicaba que a la próxima le iba a dar como me dieron a mí.
Empiezo a sentir la presión en mis muñecas. Me ataron.
—¿Qué dijiste? —como respuesta a un murmullo que si él
no lo entendió, yo mucho menos.
Nuevamente no llego a escuchar lo que dijo el de la
voz chillona. El de la grave empieza a sonar más alterado en medida que va
hablando:
—¿Seguís con eso de que teníamos que doblar antes? ¡Ya
te dije que no!
Al fin escucho al de la voz chillona de nuevo. Se nota
por su tono que tiene algo de miedo de expresarse. Pero al mismo tiempo hay una
nota de convicción que se deja entrever bajo el miedo. Se ve que el GPS le da
la razón nomás. O por lo menos eso es lo que cree.
—Mirá… El GPS dice que teníamos que doblar donde te
dije.
—El GPS… Ya te dije clarito que conozco el camino.
Me puedo imaginar la mirada fría. El otro bajando los
ojos. Yo también tendría miedo.
—Dejá ese teléfono de mierda. —la amenaza palpable del
tipo de voz grave, seguida de una más intensa —: Largá el celular o te cago a
trompadas, ¿me entendés? Dejame de joder con eso. Basta ya.
No necesita alzar la voz, queda clarísimo que si el
otro vuelve a siquiera respirar muy fuerte, lo va a matar.
—La puta madre, —el tono me adelantó todo— teníamos
que doblar.
El otro no salta con un «te lo dije» ni nada parecido,
pero le retruca la amenaza con hechos. Quién hubiera dicho que el de voz
chillona podía ser tan violento. Comienzo a tirar de las sogas y veo si puedo
escaparme del baúl del auto mientras estos dos idiotas se matan.
El diálogo definitivamente terminó, reemplazado por
golpes que sacuden al auto entero. La marcha se detuvo también; eso me facilita
el escape cuando finalmente logro evadirme del baúl. Arriesgo una mirada a la
cabina del coche y veo que ambos están tirados, tal vez inconscientes, en sus
asientos. El de la voz chillona, contra mi prejuicio, era más grandote que el
otro. Y es el que tenía, originalmente, el bate de aluminio anoche.
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Esta es la primera versión del segundo trabajo práctico que hice para Taller de Escritura 2. La consigna consistía en escribir una situación dramática en que el diálogo escalase el conflicto. 484 palabras.
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