Arturos
El zumbido del robot
barredor rompió el silencio de la calle. Tres figuras salieron, inicialmente
taciturnas y temerosas, de sus escondites. Se miraron y se reconocieron.
Durante unos minutos observaron al robot realizar su trabajo. La calle nunca
había estado tan silenciosa.
—Creo que ya pasó
todo.
Ninguno de los otros
dos se hizo eco de inmediato en ese comentario. Aún dudaban.
—Ya se llevaron los
cuerpos —aportó el segundo—. Ahora queda la limpieza más fina.
—Somos los últimos
tres —señaló el tercero, sus capacidades telepáticas extendidas al máximo no
sentían mentes humanoides a kilómetros y kilómetros de distancia.
El primero observó con
tristeza a sus compañeros y exclamó:
—¿Por qué justo
nosotros?
—Azar o destino. —Seguía
observando al robot—. Como prefieran llamarlo.
—Pero justo nosotros
tres —continuó el primero y, señalando a los otros dos, enfatizó—: ¡Nosotros
tres! ¡Nosotros!
El telépata finalmente
respondió:
—Ustedes dos son serie
siete. Yo soy serie nueve —Eso parecía explicarles algo y los calló por unos
instantes.
—¿Pero por qué sólo
Arturos, y no Nancys, Esmeraldas o Emilios?
—Los Arturos serie
siete son particularmente inseguros en su programación. Los serie nueve no pero
somos telépatas. Nuestra programación nos lleva a aceptar las cosas como son.
El Alto Mando había
decidido repoblar la ciudad con clones de series de dos dígitos y había
decidido que sería más interesante y entretenido limpiar la ciudad mediante el
implante del virus en los clones de
series de un dígito que la poblaban. Casi todos los Arturos serie siete habían
caído en la orgía de muerte que se había desatado. El virus había exacerbado su
cobardía pero no los había dotado de capacidades especiales para esconderse
mejor. Estos dos habían tenido suerte.
Los serie nueve sabían
lo que les tocaría hacía meses y simplemente se habían resignado a ello. El
virus había aumentado su resignación y estoicismo.
Otros tipos de clones
habían adquirido violencia homicida y sed de sangre irrefrenable.
—A mí el virus me hizo
un poco más humano. Por eso, merezco vivir —y descargó su pistola en los otros
dos. —Soy el sobreviviente.
-♰-♰-♰-♰-♰-♰-♰-♰-♰-
Un cuento que escribí a pedido. 350 palabras.
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