26.4.18

Tradiciones que vuelven

Graziana le entrega un TP que tiene de Lorem ipsum y de copypasta de Wikipedia. La Señorita Michetto le pone un 8, porque Graziana es una buena alumna y la Seño sólo lee los trabajos de sus malos alumnos, para defenestrarlos con sus comentarios, y algo más. En el mundo adulto, la Señorita es la docente perfecta: cumple con su trabajo a rajatabla, nunca se queja, hace horas extra, llena con perfección el papeleo y siempre entrega todo a tiempo. Sus alumnos, con las obvias excepciones de siempre, son ejemplares. Ella jamás ha participado de una huelga docente.

Pero cuando preguntás un poco más, nadie sabe bien hace cuánto trabaja. Ni cuál es su carga horaria. Y es seguro que nadie sabe que viene ejerciendo su oficio desde que lo habitual era desempeñarlo en casas privadas en lugar de instituciones públicas.

La Michetto, como le dicen sus aterradas víctimas de 6° grado a 3° del secundario, tiene otro secreto. Me pregunto si sería más controversial, si saltase, que su avanzadísima edad e incomparable experiencia: La Michetto les pega a sus alumnos. Siempre lo hace de modo sutil, siempre en lugares sin marca visible. Siempre fuera del alcance de la vista de otros adultos. Los niños, por supuesto, no son estúpidos. No es que no saben que lo que hace la docente es ilegal, e incluso que se supone que está mal visto por el mundo adulto. No es que no saben que si hablasen, la cosa se haría viral en internet. Pero saben con certeza que si abren la boca, las consecuencias que les esperan son mucho peores.

Los chicos se susurran el caso de Martín B. (me veo obligado a omitir su apellido). Martincito, como le decía la mamá, era un pibe bueno. Las madres siempre dicen esas cosas, pero hasta donde sé, acá era así. Pero tenía malas notas, y le iba especialmente mal en Lengua. La Michetto más de una vez le dio un correctivo, para enseñarle las reglas de las tildes. Es-drú-ju-la. ¿Entendés? Cada sílaba, un golpe. Cada golpe, más intenso. El pibe iba a hablar. Todas las versiones coinciden en eso. La Michetto le advirtió que no hablara. Acá las versiones derivan locamente, desde que se quedó mudo y perdió la capacidad de escribir, ¡al mismo tiempo!, hasta que apareció muerto de quince maneras distintas. El caso es que los pibes no hablan. Y Michetto puede seguir ejerciendo, porque, en el fondo, bien en el fondo, los padres quieren que lo haga. Si no me creés, leé los comentarios.

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Este cuento surge de un trabajo práctico para la carrera de Licenciatura en Artes de la Escritura que empecé a cursar este año. El objetivo era esbozar un personaje con ciertas características en un cierto espacio. Una vez que empecé a escribir, me costó mantener la longitud y tuve que cortar mucho, pero siempre es interesante tener estos límites. Primer borrador. Escrito y "editado" en unos 40 minutos.

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