Emily
Al colgar el teléfono, sintieron algo que bajaba en el estómago. Una sensación helada, sumamente desagradable. Su hija, Emily, había desaparecido hacían quince años, en esa fecha exacta. Los medios se habían hecho eco de la búsqueda que rápidamente se convirtió en un evento nacional. La niña de 7 años nunca aparecería. Y ahora había llamado por teléfono. Su voz era distinta, pero algo en el timbre de esa voz, algo en su vocabulario, algo en el llamar a sus padres del modo en que sólo Emily los había llamado, no dejaba dudas de que era ella.
Quince años de pesquisas y búsquedas. De pistas falsas. De llamadas en medio de la noche a la voz de Emily apareció. Siempre desembocaban en un desilusionante no es ella. Pero Martha y Jacques, sus padres, sabían siempre de antemano que se trataba de un error porque ellos en realidad sabían bien dónde estaba ella: enterrada bajo el viejo aljibe de la casa donde ellos la habían puesto tantos años atrás.
El primer instinto de Jacques fue pensar en meterse en el viejo aljibe y exhumar el cuerpo de su hija. La policía nunca investigó a fondo el ángulo del infanticidio. Uno de los detectives se había mostrado sospechoso incluso frente a las excelentes actuaciones de la pareja, dignas, por lo menos, de un Óscar para cada uno, pero un revés de suerte para ellos lo hizo caer en desgracia. Las sórdidas actividades del detective, hasta ese momento ocultas, habían salido a la luz.
Suerte no era, tal vez, la palabra exacta. Definitivamente no había sido afortunado para él que se supiera realmente cuánto le gustaban los niños. Pero no era un mero golpe de suerte para los asesinos lo que les sacó de encima a Dolph Peterson, Homicidios. Definitivamente tampoco se sintieron afortunados los cinco gatos y tres perros que debieron dar sus cabezas y su sangre a la pareja para que Martha realizase el antiguo ritual.
La mente de Jacques corría salvajemente. Él le había asegurado una y otra vez, categóricamente, a Martha que había puesto el cuerpo de la niña, la hija de ambos, del modo en que ella se lo había indicado, rodeada por los talismanes que ella le había dado. No debía haber chances de que la niña regresase, ya fuera como fantasma o como alguna otra cosa peor. Pero Jacques estaba absolutamente seguro ahora, después de toda esa larga espera, de haber realizado mal el entierro de la niña sacrificada. Consideró confesárselo a su esposa, pero tocaron la puerta.
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Escribí este pequeño relato para un concurso de cuentos de un grupo de Facebook. No fue muy exitoso pero me gustó escribirlo. 422 palabras.