Graziana le entrega un TP que tiene de Lorem ipsum y de copypasta de Wikipedia. La Señorita Michetto le pone un 8, porque
Graziana es una buena alumna y la Seño
sólo lee los trabajos de sus malos alumnos, para defenestrarlos con sus
comentarios, y algo más. En el mundo adulto, la Señorita es la docente perfecta: cumple con su trabajo a rajatabla,
nunca se queja, hace horas extra, llena con perfección el papeleo y siempre
entrega todo a tiempo. Sus alumnos, con las obvias excepciones de siempre, son
ejemplares. Ella jamás ha participado de una huelga docente.
Pero cuando preguntás un poco más, nadie sabe bien
hace cuánto trabaja. Ni cuál es su carga horaria. Y es seguro que nadie sabe
que viene ejerciendo su oficio desde que lo habitual era desempeñarlo en casas
privadas en lugar de instituciones públicas.
La Michetto, como le dicen sus aterradas víctimas de
6° grado a 3° del secundario, tiene otro secreto. Me pregunto si sería más
controversial, si saltase, que su avanzadísima edad e incomparable experiencia:
La Michetto les pega a sus alumnos. Siempre lo hace de modo sutil, siempre en
lugares sin marca visible. Siempre fuera del alcance de la vista de otros
adultos. Los niños, por supuesto, no son estúpidos. No es que no saben que lo
que hace la docente es ilegal, e incluso que se supone que está mal visto por el
mundo adulto. No es que no saben que si hablasen, la cosa se haría viral en internet. Pero saben con
certeza que si abren la boca, las consecuencias que les esperan son mucho
peores.
Los chicos se susurran el caso de Martín B. (me veo
obligado a omitir su apellido). Martincito, como le decía la mamá, era un pibe
bueno. Las madres siempre dicen esas cosas, pero hasta donde sé, acá era así.
Pero tenía malas notas, y le iba especialmente mal en Lengua. La Michetto más
de una vez le dio un correctivo, para
enseñarle las reglas de las tildes. Es-drú-ju-la.
¿Entendés? Cada sílaba, un golpe.
Cada golpe, más intenso. El pibe iba a hablar. Todas las versiones coinciden en
eso. La Michetto le advirtió que no hablara. Acá las versiones derivan
locamente, desde que se quedó mudo y perdió la capacidad de escribir, ¡al mismo
tiempo!, hasta que apareció muerto de quince maneras distintas. El caso es que
los pibes no hablan. Y Michetto puede seguir ejerciendo, porque, en el fondo,
bien en el fondo, los padres quieren que lo haga. Si no me creés, leé los
comentarios.
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Este cuento surge de un trabajo práctico para la carrera de Licenciatura en Artes de la Escritura que empecé a cursar este año. El objetivo era esbozar un personaje con ciertas características en un cierto espacio. Una vez que empecé a escribir, me costó mantener la longitud y tuve que cortar mucho, pero siempre es interesante tener estos límites. Primer borrador. Escrito y "editado" en unos 40 minutos.